

"La pileta", (1999)
Leandro Erlich otorga a esta técnica tradicional un enfoque posmoderno. Aúna todas las tradiciones del “engaño de la arquitectura fingida” y las desarrolla a través de lo que se le da bien a él: la performance, la concepción moderna del arte visual, y el desarrollo técnico y tecnológico al servicio de la instalación. Además, la situación del yo con respecto al otro, el que está como volando sobre mí en el interior del edificio reúne las conclusiones básicas de la lucha del conocido “Movimiento Moderno” en arquitectura: la visión de la obra arquitectónica como edificio inseguro, racional y conceptual.[1] En el caso de la Torre, la arquitectura es importante como “contenedora” del espacio interior, pero no es un fin en sí misma, de ahí que el edificio exteriormente sea rudo e incluso feo.
En segundo lugar, el tema del espejo también ha sido muy recurrente en la historia del arte, particularmente en la historia de la pintura. Existen interpretaciones de todo tipo con respecto al recurso del espejo que origina la imagen reflejada en el espejo y su plasmación por el artista en su obra: ¿Es Narcisismo?, o ¿Es inocente juego con la mirada del otro?. La intención de Erlich con el uso del espejo tiene un marcado carácter conceptual. Quiere sumergir al espectador en la profunda duda sobre qué es lo real y qué es lo reflejado. Y la paradoja es que el reflejo de la verdad, es otra verdad “real” dónde también estamos nosotros como una suerte de efecto bucle. El recurso de reflejo y reflejado y sus implicaciones filosóficas nos remiten a las imbricadas interpretaciones de obras míticas cuyo uso del espejo ha causado grandes quebraderos de cabeza: estoy hablando, por ejemplo, de Las Meninas de Velázquez. En esta obra se da paradójicamente el mismo efecto conceptual del que hablamos en la obra de Erlich. El espejo que al fondo refleja la imagen de los Reyes de España, no es más que el reflejo de nuestra propia imagen, pues nuestra situación privilegiada nos permite contemplar al lado de Sus Majestades lo que ocurre en la escena a lo largo de los siglos. Somos nosotros y estamos en nuestra realidad y en otra realidad paralela: el escenario de la obra.
Por otra parte, el valor de las maquetas está hoy día de gran actualidad. Al fin y al cabo, Erlich es un artista que interviene en el medio y algunas de sus obras son instalaciones efímeras, por lo que una vez desinstalada sólo queda como objeto artístico la fotografía y la maqueta. La misma teoría que han utilizado muchos artistas que han interactuado con el medio desde los años 60 y hasta nuestros días. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en la obra de Christo y Jean Claude. La intervención en el medio es su mecanismo de expresión, pero el concepto de lo efímero es realmente su obra. Por ello, de lo creado, el arte son los recuerdos, ya sea en forma de fotografías, ya sea en forma de maqueta.
Como conclusión, algo que es completamente posmoderno en la obra de Erlich y que le da sentido a todas sus creaciones, es el uso lúdico que le otorga a su arte, el carácter de entretenimiento y diversión. Parafraseando a un gran crítico de arte, Ángel González, a propósito de la pérdida del sentido lúdico en el arte y en los museos y de la importancia de la risa, de la diversión por lo que él considera el sentido verdadero del arte: “¿Y dónde pasamos un buen rato? Yo siempre digo, en la discoteca. Yo les digo a mis estudiantes, mientras haya discotecas hay esperanza[2].”
Información Complemetaria:
[1] RODRÍGUEZ RUIZ, DELFÍN, La arquitectura del Siglo XX, vol. 47 de Historia del Arte, Historia 16, Madrid, 1993.
[2] FIETTA JARQUE, “Las ideas estropean la pintura”, Entrevista a Ángel González, elpais.es, 5 de abril de 2008.
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