Quizá llego un poco tarde pues ya se ha dicho todo. Nunca una obra de arte había suscitado tantos comentarios como lo ha hecho, a nivel nacional por lo que a su autor respecta y a nivel internacional por su paradigmática situación, la reciente obra de Barceló. Quién más, quién menos, todos han hablado ya de la cúpula de la sala XX del Palacio de Naciones Unidas en Ginebra, la "Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones". Independientemente de que sea un "honor para los españoles" (¿Para quienes, para cuántos?) y sin entrar en el juego de mi criterio personal acerca de su belleza e indiscutible valor artístico, preferiría orientar el debate hacia un tema más universal: la dualidad temática que la obra supone y que despierta el debate social.
Por un lado, la consecución de una obra de tal magnitud y en un emplazamiento tan simbólico-representativo, nos habla de conveniencia de relaciones diplomáticas y políticas. Hoy en día, en los tiempos que corren, un español seleccionado para decorar una sala que debe representar no solo a España, sino a toda la humanidad quizá sea demasiado peso para nosotros...y es ante todo raro, más aún que la invitación de Sarkozy a la cumbre del G-8.

Por otro lado, el más puramente artístico, debemos ser honrados y reconocer una cosa, ciertamente esta obra cumple el objetivo que desde hace aproximadamente un siglo tiene el arte: llamar la atención sobre sí mismo. Otra cosa es bajo qué valores o criterios. ¿Los artísticos?, ¿los económicos? o ¿los políticos?. Si los enfrentamos, quizá las características estéticas, estilísticas y demás concepciones que entran en juego cuando visionamos una obra de arte, se eclipsan, sobre todo cuando se habla de diplomacia y dinero. Esto me da pena, pues me hace pensar que realmente la obra y el artista seleccionado son, en realidad, lo de menos. Todos nos movemos al son de las olas y participamos de la tendencia a pensar en que si ha costado tantos millones y le han elegido a él como creador, entonces debe ser un buen artista, y en consecuencia, eso que hace debe ser la máxima expresión del arte. ¿Quién anunciaba la muerte del arte?; hoy en día y al menos para los españoles, el arte es la cúpula de Barceló, y lo demás, es tontería.
Después de esta interpretación y disertación sobre las implicaciones y consecuencias de la gran creación, al leer lo que el propio autor ha dicho acerca de la misma, pienso que quizá me he complicado un poco la vida, y que a veces debería ser algo más simplista. Difícil en un mundo tan mediatizado que te dota de sus propias perspectivas. Por ello no hablo de si me parece bonita o fea como obra, porque yo he perdido la mía y ya no sé, francamente, si me gusta o no.
“En este mar agitado cabe suponer varios niveles: el fondo del agua y sus moradores policromos, el plano del agua, la espuma blanca del agua revuelta en marejada y, al final, lo que refleja el mar”. Barceló
Y esto son 20 millones de euros de fondos públicos y privados.
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